miércoles, 8 de mayo de 2013

Y salir, salir corriendo

Los días de estudio intensivo son bastante peculiares. Sales de casa con la penumbra del amanecer y vuelves en la cerrada noche. El cansancio y el agotamiento te mantienen en un "stand by" continuo, donde todo atisbo de pensamiento, reflexión o sentimiento queda bloqueado y neutralizado. La nada se interioriza, y la rutina llega a extremos preocupantes.  Sumando la cárcel física y mental a la que me veo sometida , y mi indiferencia arrastrada desde hace ya varios meses, encontramos un sujeto prácticamente insensibilizado, similar a una máquina, siempre a punto de estallar. Probablemente si me clavarais algo en vena, saldría humo gris en vez de sangre. Mi interior queda escondido, reducido al olvido, mientras que mi fachada se nutre de todo aquello que le permite sostenerse.
Es la historia del exterior y falso Hemingway, que tiembla con el mero hecho de imaginar tocar una hoja de su antagonista Mr. Bukowski. De un cuerpo que busca el valor y la esperanza para subsistir, con un interior dolido que solo busca carne, cigarrillos y alcohol para sobrevivir al vacío.
En mis últimos meses solo me he dedicado a intentar vivir del primero: Flaquezas que acaban en victoria, desesperaciones que resultan heroísmos, interrogantes directos, respondidos. La filosofía ganadora y la rudeza arrasadora ante cualquier adversidad, la posibilidad de vivir con uno mismo. Que bonitas son las frases heroicas y los hechos admirables, hechos reales escritos sobre el papel. Pero que putos son los pájaros en la cabeza, descritos sobre papel mojado.
Intenciones, decepciones, y un sinfín de mediocridades, es lo único que tengo. No soy una ganadora, nunca lo he sido. Soy de las que esperan a que suene la orquesta, nunca toqué en ella. Mi ficticia personalidad de subsistencia se tambalea cada vez que la realidad me golpea. El vacío me come con cada soplido de coherencia. Y solo falta un aliciente, cada vez más pequeño, para que la tormenta vuelva a desatarse, para que mis esperanzas queden a un lado, y el asco y el desprecio me consuman. Desolador, siendo sincera.
Las metas a corto plazo siguen siendo insuficientes, y ahora también, escasas. Los grandes amores desaparecen por una creciente indiferencia, bloqueados por un escudo antimisiles imaginario, y él cada vez está más lejos de mí. Mi interés sobre lo que siempre me gustó, se comprime. Solo algo positivo: La música en mis manos, nuevo mecanismo de expulsar sobrecargos. Sin estas válvulas de escape probablemente no existiría fachada, no habría aguante. Y realmente, mandaría todo al carajo. 

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